viernes, 7 de julio de 2017

UBER, o el lobo en piel de oveja

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Son las siete PM y en avenida Providencia, uno de los ejes más importantes del gran Santiago parece que nada ni nadie quiere moverse. Frente a mi, dos buses Transantiago estancados y un mar de autos forman uno de los cuadro más angustiantes y repetitivos de la vida citadina. Cuando pones atención, a la angustia se suma ira y frustración, pues las vías exclusivas del transporte público lucen colmadas de taxistas reluciendo brillantes letreros de “LIBRE”.


 Si, si. Taxistas de mierda, corruptos, rancios, tontos y anticuados. Podríamos seguir con una lista interminable de ofensas, y turbias emociones al respecto, pero nada de lo que digamos o pensemos resolverá el problema de fondo: nuestra ciudad colapsa y la gente necesita moverse a través de ella de la forma más eficiente posible.

 ¿Es UBER entonces el Leviatán que ha llegado a salvar nuestra ciudad, nuestras vidas y lo que entendemos como transporte público en el mundo?.

 Bien. La primera respuesta es no, la segunda es tampoco, y la tercera es NI EN PEDO.

 ¿UBER el bueno, el malo o el feo? 

 La semana pasada todo mundo hizo eco de una noticia “””lamentable”””, y es que el directorio de UBER decidió que querían fuera de manera indefinida a Travis Kalanick, creador y CEO de la compañía.

 Trágico pero comprensible cuando entiendes en qué dirección se mueve y hacia dónde estaba llevando a UBER.

 Entendamos primero que el negocio de ellos es el de la logística, así que aunque inicialmente lucen como una solución virtuosa a los problemas transporte y empleo, esa es su herramienta actual de lobby, pues su prioridad es tener vehículos autónomos funcionando lo antes posible para filtrar asociados y mejorar su márgenes.

 Teniendo eso en mente regreso a mi pregunta anterior: ¿puede UBER salvar nuestras ciudades, vidas y sistemas de transporte público?.

 NO, ESO ES IMPOSIBLE, e incluso sacando a Kalanick, ninguno de esos puntos está dentro de los objetivos de la compañía porque a UBER simplemente le interesa mover cosas de un lado a otro, al menor costo posible.

 De hecho Kalanick no fue removido de sus funciones por el escándalo de sexismo, tampoco por su nula capacidad para reformular la tóxica cultura empresarial, ni por el escándalo con WAYMO, por engañar gobiernos o los serios problemas de privacidad que tiene el ecosistema de su aplicación. Kalanick está fuera indefinidamente por su increíble capacidad para incendiar dinero y por su idea de que “pedir perdón es mejor que pedir permiso“, similar a la que mentalidad que tiene gran parte de los adherentes del “disruptive culture” en Silicon Valley.


Innovación, tecnología e ideas disruptivas. Todo es lindo cuando se muestra en vistosos power points y cátedras en escuelas de negocios, pero lo que no debemos olvidar es que las leyes no existen para frustrar nuestros sueños de negocios, existen más bien para proteger a la gente, en especial a los miembros más vulnerables de la sociedad. Como UBER necesita limpiar su imagen desde lo micro a lo macro, no titubeará en incluso comprar rostros para hacerlo.

 Para Bruce Sterling, nuestro autor ciberpunk favorito, este asunto de taxis versus UBER es mucho más que dos mundos colisionando. Tal como explicó en FAB10 del 2014, para él algo fundamental es que entendamos las implicancias de delegar el control político de nuestras calles a una empresa privada operada desde California y asumir que si exterminamos a los odiados taxis, esta oveja que hemos criado mostrará el lobo que hay detrás, estableciendo precios antojadizos dentro de su propio monopolio y peor aún, para cuando nos hayamos dado cuenta será demasiado tarde.

En Chile tenemos elecciones a la vuelta de la esquina, y si bien nuestros candidatos se han mostrado abiertos a la regulación de UBER y similares, su nula comprensión de las dimensiones morales de la tecnología nos tienen cerca de –nuevamente– hacer las cosas “a la chilena”, que es con una altura de miras de un centímetro. 
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 Hoy en día más importante que “legislar en torno a Uber”, es rediseñar y modernizar nuestra red de taxis; más útil que rezar porque llegue el revolucionario “UBER Pool”, es rearticular nuestras ciudades e incentivar las herramientas de car pooling. Cuando un candidato describa estas dimensiones del problema, estaremos frente a alguien que vea las cosas como son, no como se las cuentan en un almuerzo cualquiera de domingo.


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